julio 12, 2012

paraíso |por Armando Q.| |Escritores Invitados|

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Escritores Invitados
por Armando Q.



Puerta de madera apolillada que ha sido instalada de manera que pueda ser útil, pero que aun así, nunca deja de ejercer su principal función: no dejar que el abuelo entre a terrenos dominados por seres vetustos, musas, coronas, guerreros, princesas, mujeres sin credo, amigos perdidos, recuerdos, colores y perlas que han sabido quedarse bajo estas cuatro paredes. Puerta que lleva una chapa invertida, que solo puedes abrir desde afuera, mas no desde adentro como es habitual, cosa que causa risa y mucha curiosidad por los incrédulos que piensan que fue instalada así apropósito, no sabiendo que en principio solo se soluciono un problema, ya que el dueño de estos dominios, quería lo que muchos quieren: privacidad. Unas hormigas desde temprano por la mañana comienzan una caravana desde la puerta, se llega a ver una serpiente creada con cuerpos diminutos dirigirse a una mesa redonda de fierro hirviendo de libros que todavía no han visto la luz, todavía envueltos en sus forros de plástico, no hay sitio para ellos en el estante de libros leídos, olvidados por un tiempo indefinido. Al lado de aquella mesa, una mesa de madera, en donde reposan cajas de zapatos y zapatillas, que a sumadas cuentas, no hay manera de saber qué es lo que llevan dentro, encontraron espacio en aquella mesa, y se asumieron el trabajo de almacenar polvo y tierra.
Las hormigas han hallado  su premio en las sobras de mi último bocadillo de hace dos semanas, una brisa fría traspasa las paredes, que fueron hechas con retazos de madera y cartón, las ranuras del techo dejan pasar en forma de hileras los rayos del gringo sol, y esta airosa fantasía, termina su camino en lo rojizo de mi piso de concreto. Hay zapatos, zapatillas, sandalias, medias, cuadernos de notas, papeles, y más cuadernos, libros de diseño, libros de lectura, libros de física, libros que no reconozco, libros que han sido comprados por generaciones pasadas que han sabido hacerse de espacio en el falso piso de concreto, y aun así, estoy pensando que hay un orden que se establece, lo que ya no se usa, logra su último aliento en mi piso rojizo, lo demás, tiene un espacio, acomodado no con delicadeza en los pocos estantes y mesas que encuentras entre estas cuatro paredes. Una televisión que es el único lazo con el exterior, hace más de dos semanas he querido prenderla, pero hace dos semanas que no encuentro el control remoto y, solo pensar que debo de esperar otra semana más para poder encontrarlo, me resigno solo a quedarme quieto mirando el techo de eterní. Junto a la televisión, un mueble, que fue reconstruido para ser una caja fuerte, en donde guardo tesoros que solo a mi me interesan, este mueble tiene tres cajones, desde arriba hacia abajo procedo a describir sus contenidos, preciados materiales que me han servido a ceñirme en el disfraz que utilizo para salir a la calle, principalmente objetos que son más que nada accesorios que en el trascurso de mi vida supieron encontrar digna su función, para luego quedarse a la espera de que su dueño los vuelva a utilizar. El segundo, una sagrada adquisición  que me libra del estrés, sacudiéndome de vez en cuando, lo dejo ahí para poder tomar posesión de este, los días en que la televisión pierde su efecto de somnífero, y cuando el internet no sirve para adherirme a la vida, y los impagos que me genera emborracharme de mi miserable existencia me tengan pensando en que estoy perdiendo el tiempo. El tercero es de una importancia demasiado clara, detectaras que hay cosas que pueden ser llevados a otro formato y si los recuerdos pueden ser guardados, los cd´s que encuentras en este tercer cajón son prueba que los recuerdos pueden ser llevados a un formato que te sirve, para más adelante,  nunca olvidar de dónde vienes, así es, el tercer cajón cuenta con videos y cd´s que contienen mi vida mendiga hasta la fecha. Junto a este mueble, se resigna a quedarse en una esquina, uno pequeño de color amarillento, sin gracia, sin haber sentido el plumero por mucho tiempo, acumulado tierra y polvo por años, en este, encuentras las lociones, enjuagues, colonias, desodorantes, y demás accesorios que necesita un hombre para mentirle a la gente que siempre sigue un riguroso régimen de limpieza. Estar siempre impecable para el ojo femenino ha llegado a ser una de las muchas consignas seguidas al pie de la letra por muchas generaciones.
La caravana de hormigas, ahora busca un camino para zacear la sed con mi primer café del día, pero es bloqueada por la biografía de  Steve Jobs, dos pelotas oficiales número cinco que han sentido mi furia los fines de semana, y demás días en que me creo un Pele, un Maradona y sobre todo un Iniesta, ahora están esperando que se les tome en cuenta para otro día de futbol, pero tendrán que seguir esperando hasta el fin de semana. El mueble en donde duerme la tele me brinda un sitio preciso para dejar los gadget´s y la billetera, este último  es un nido apolillado, en donde no encontraras nunca un billete, menos, un condón con hueco, solo tarjetas de contactos de amigos, y alguna que otra tarjeta de recarga para el móvil, solo es un accesorio mal utilizado. Cables en el techo, cables en las paredes, cables y demás cables, cables por encima de la cama, cables por encima de la tele, cables por encima de los muebles y por encima de mis narices, cables y mas cables, cables, fácilmente puede uno confundirse y creer que estas en un nido de araña. Pasado lo menos dramático, me es siempre un placer hablar de este último, ya que me inclino a pensar que es el alivio de mis días, y la dicha cuando mi cuerpo necesita de una siesta por las tardes, mi alivio después de una amanecida espantosa, la cama que hay en un rincón de estas cuatro paredes es lo mejor que me puede pasar y la mejor recompensa al terminar el día, y sin duda mi principal posesión, con esta es que me escapo de mi vida extasiada por brincos mal dados, las frazadas son olas de alivio, y la almohada una muchacha de ébano, que quiere terminar el día haciéndome el amor.  Un reloj que ha dejado de caminar quedándose paralizado a las once con treinta, llegando siempre tarde a cualquier lugar, llegando siempre temprano a cualquier lugar, no cuento con un buen reloj desde que mi reloj Blanquiazul se dio de bruces contra el piso. Cosa que solo me dejo sediento, mis horas se fueron con este, mi vida se fue también, y ahora solo me queda pensar que el tiempo se ha detenido, pues no encuentro tiempo para comprarme otro. ¡Irónico! Un cilindro de ropa sucia, otro de ropa deportiva, un cilindro de plástico de ropa limpia para el diario, un cilindro de ropa para las salidas bohemias, la ropa la llevo en cilindros mas no en armarios, me he criado con el chavo del ocho, es por ello que le brindo homenaje teniendo en mi vida cilindros que simbolicen esa niñez que nunca volverá. Bastante me he reído con sus estupendas escenas en la vecindad, siquiera un cilindro me ha de servir para  meter los pedazos de la mía vida. Los que no me sirvan.
Un mueble de dos cajones, lleva las únicas valiosas posesiones, ropajes que utilizo en ocasiones especiales, tres pares de pantalones, tres pares de jeans, tres pares de camisas, tres pares de polos, tres pares de chompas cuello V, tres pares, tres pares de todo, es lo único que necesito para pasar la semana, no soy un metrosexual, no quiero ni pienso serlo, menos ahora quiero que piense la gente que la ropa lo hace a uno, mentira mas grande, incrédulos son algunos. A mí me basta con tres trapos para estar contento, con tal de sentirme abrigado. Una caja grande, sucia, humectada con telarañas, otra negra como la noche, contienen retazos de mi vida pasada, mis recuerdos entregados al olvido, el entierro de recuerdos que han sabido hacer heridas, y los mercenarios que han sabido escapar ahora se encuentran en peligro de terminar en el basurero. Un conejo ingresa por la puerta y se sitúa en medio de mis dominios, entonces comienza a olfatear el aire y se sienta para observar que es lo que está haciendo el que está sentado escribiendo estas letras, otro conejo ingresa quisquilloso, curioso por su hermano, pensando que la recompensa de su atrevimiento será un jugoso y sabroso premio, no sabiendo ellos que están a muy poco de ser el almuerzo si se atreven de nuevo a poner una de sus Likepatas en mis tierras, ¿Quién pudiera pensar, que lo que describo, en realidad es parte de mi casa, la alameda de mis pensamientos? ¿Quién pudiera adivinar que hablo de mi propio cuarto? Mi paraíso. 

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