Escritores Invitados
por Armando Q.
Puerta de madera apolillada que
ha sido instalada de manera que pueda ser útil, pero que aun así, nunca deja de
ejercer su principal función: no dejar que el abuelo entre a terrenos dominados
por seres vetustos, musas, coronas, guerreros, princesas, mujeres sin credo,
amigos perdidos, recuerdos, colores y perlas que han sabido quedarse bajo estas
cuatro paredes. Puerta que lleva una chapa invertida, que solo puedes abrir
desde afuera, mas no desde adentro como es habitual, cosa que causa risa y
mucha curiosidad por los incrédulos que piensan que fue instalada así
apropósito, no sabiendo que en principio solo se soluciono un problema, ya que
el dueño de estos dominios, quería lo que muchos quieren: privacidad. Unas
hormigas desde temprano por la mañana comienzan una caravana desde la puerta,
se llega a ver una serpiente creada con cuerpos diminutos dirigirse a una mesa
redonda de fierro hirviendo de libros que todavía no han visto la luz, todavía
envueltos en sus forros de plástico, no hay sitio para ellos en el estante de
libros leídos, olvidados por un tiempo indefinido. Al lado de aquella mesa, una
mesa de madera, en donde reposan cajas de zapatos y zapatillas, que a sumadas
cuentas, no hay manera de saber qué es lo que llevan dentro, encontraron
espacio en aquella mesa, y se asumieron el trabajo de almacenar polvo y tierra.
Las hormigas han hallado su premio en las sobras de mi último bocadillo
de hace dos semanas, una brisa fría traspasa las paredes, que fueron hechas con
retazos de madera y cartón, las ranuras del techo dejan pasar en forma de hileras
los rayos del gringo sol, y esta airosa fantasía, termina su camino en lo
rojizo de mi piso de concreto. Hay zapatos, zapatillas, sandalias, medias,
cuadernos de notas, papeles, y más cuadernos, libros de diseño, libros de
lectura, libros de física, libros que no reconozco, libros que han sido
comprados por generaciones pasadas que han sabido hacerse de espacio en el
falso piso de concreto, y aun así, estoy pensando que hay un orden que se
establece, lo que ya no se usa, logra su último aliento en mi piso rojizo, lo
demás, tiene un espacio, acomodado no con delicadeza en los pocos estantes y
mesas que encuentras entre estas cuatro paredes. Una televisión que es el único
lazo con el exterior, hace más de dos semanas he querido prenderla, pero hace
dos semanas que no encuentro el control remoto y, solo pensar que debo de
esperar otra semana más para poder encontrarlo, me resigno solo a quedarme
quieto mirando el techo de eterní. Junto a la televisión, un mueble, que fue
reconstruido para ser una caja fuerte, en donde guardo tesoros que solo a mi me
interesan, este mueble tiene tres cajones, desde arriba hacia abajo procedo a
describir sus contenidos, preciados materiales que me han servido a ceñirme en el
disfraz que utilizo para salir a la calle, principalmente objetos que son más
que nada accesorios que en el trascurso de mi vida supieron encontrar digna su
función, para luego quedarse a la espera de que su dueño los vuelva a utilizar.
El segundo, una sagrada adquisición que
me libra del estrés, sacudiéndome de vez en cuando, lo dejo ahí para poder
tomar posesión de este, los días en que la televisión pierde su efecto de
somnífero, y cuando el internet no sirve para adherirme a la vida, y los impagos
que me genera emborracharme de mi miserable existencia me tengan pensando en
que estoy perdiendo el tiempo. El tercero es de una importancia demasiado
clara, detectaras que hay cosas que pueden ser llevados a otro formato y si los
recuerdos pueden ser guardados, los cd´s que encuentras en este tercer cajón
son prueba que los recuerdos pueden ser llevados a un formato que te sirve,
para más adelante, nunca olvidar de dónde
vienes, así es, el tercer cajón cuenta con videos y cd´s que contienen mi vida
mendiga hasta la fecha. Junto a este mueble, se resigna a quedarse en una
esquina, uno pequeño de color amarillento, sin gracia, sin haber sentido el
plumero por mucho tiempo, acumulado tierra y polvo por años, en este,
encuentras las lociones, enjuagues, colonias, desodorantes, y demás accesorios
que necesita un hombre para mentirle a la gente que siempre sigue un riguroso
régimen de limpieza. Estar siempre impecable para el ojo femenino ha llegado a
ser una de las muchas consignas seguidas al pie de la letra por muchas
generaciones.
La caravana de hormigas, ahora
busca un camino para zacear la sed con mi primer café del día, pero es bloqueada
por la biografía de Steve Jobs, dos
pelotas oficiales número cinco que han sentido mi furia los fines de semana, y
demás días en que me creo un Pele, un Maradona y sobre todo un Iniesta, ahora están
esperando que se les tome en cuenta para otro día de futbol, pero tendrán que
seguir esperando hasta el fin de semana. El mueble en donde duerme la tele me
brinda un sitio preciso para dejar los gadget´s y la billetera, este último es un nido apolillado, en donde no encontraras
nunca un billete, menos, un condón con hueco, solo tarjetas de contactos de
amigos, y alguna que otra tarjeta de recarga para el móvil, solo es un accesorio
mal utilizado. Cables en el techo, cables en las paredes, cables y demás
cables, cables por encima de la cama, cables por encima de la tele, cables por
encima de los muebles y por encima de mis narices, cables y mas cables, cables,
fácilmente puede uno confundirse y creer que estas en un nido de araña. Pasado
lo menos dramático, me es siempre un placer hablar de este último, ya que me
inclino a pensar que es el alivio de mis días, y la dicha cuando mi cuerpo necesita
de una siesta por las tardes, mi alivio después de una amanecida espantosa, la
cama que hay en un rincón de estas cuatro paredes es lo mejor que me puede
pasar y la mejor recompensa al terminar el día, y sin duda mi principal
posesión, con esta es que me escapo de mi vida extasiada por brincos mal dados,
las frazadas son olas de alivio, y la almohada una muchacha de ébano, que
quiere terminar el día haciéndome el amor.
Un reloj que ha dejado de caminar quedándose paralizado a las once con
treinta, llegando siempre tarde a cualquier lugar, llegando siempre temprano a
cualquier lugar, no cuento con un buen reloj desde que mi reloj Blanquiazul se
dio de bruces contra el piso. Cosa que solo me dejo sediento, mis horas se
fueron con este, mi vida se fue también, y ahora solo me queda pensar que el
tiempo se ha detenido, pues no encuentro tiempo para comprarme otro. ¡Irónico!
Un cilindro de ropa sucia, otro de ropa deportiva, un cilindro de plástico de
ropa limpia para el diario, un cilindro de ropa para las salidas bohemias, la
ropa la llevo en cilindros mas no en armarios, me he criado con el chavo del
ocho, es por ello que le brindo homenaje teniendo en mi vida cilindros que
simbolicen esa niñez que nunca volverá. Bastante me he reído con sus estupendas
escenas en la vecindad, siquiera un cilindro me ha de servir para meter los pedazos de la mía vida. Los que no
me sirvan.
Un mueble de dos cajones, lleva
las únicas valiosas posesiones, ropajes que utilizo en ocasiones especiales,
tres pares de pantalones, tres pares de jeans, tres pares de camisas, tres
pares de polos, tres pares de chompas cuello V, tres pares, tres pares de todo,
es lo único que necesito para pasar la semana, no soy un metrosexual, no quiero
ni pienso serlo, menos ahora quiero que piense la gente que la ropa lo hace a
uno, mentira mas grande, incrédulos son algunos. A mí me basta con tres trapos
para estar contento, con tal de sentirme abrigado. Una caja grande, sucia, humectada
con telarañas, otra negra como la noche, contienen retazos de mi vida pasada,
mis recuerdos entregados al olvido, el entierro de recuerdos que han sabido
hacer heridas, y los mercenarios que han sabido escapar ahora se encuentran en
peligro de terminar en el basurero. Un conejo ingresa por la puerta y se sitúa
en medio de mis dominios, entonces comienza a olfatear el aire y se sienta para
observar que es lo que está haciendo el que está sentado escribiendo estas
letras, otro conejo ingresa quisquilloso, curioso por su hermano, pensando que
la recompensa de su atrevimiento será un jugoso y sabroso premio, no sabiendo
ellos que están a muy poco de ser el almuerzo si se atreven de nuevo a poner
una de sus Likepatas en mis tierras, ¿Quién pudiera pensar, que lo que
describo, en realidad es parte de mi casa, la alameda de mis pensamientos? ¿Quién
pudiera adivinar que hablo de mi propio cuarto? Mi paraíso.
Escritores Invitados
por Armando Q.
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