abril 20, 2013

Screamer [por Luis Zaldivar] [Escritores Invitados]

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Del Autor


Siempre he esperado que disfruten de mis cuentos, tanto cómo yo los disfruté escribiendo. Aun así, y para ser más seguros, es cuestión de quién lo lee, y de quién lo disfrute.
Me decidí hacer un cuento diferente para mí, que combinara el amor de una pareja gay, con algo de “vida normal” en sus existencias, con el terror hacía algo desconocido, además de elementos que han pertenecido a mi estilo desde hace un par de años: la influencia de los llamados “creepypastas”, cuentos cortos que circulan por la red, contando historias terroríficas basadas en ciertos eventos reales, cómo mitos acerca de cadenas de comida macabras, series de televisión malditas, juegos de vídeo asesinos, etc., y la criptografía, el arte de esconder mensajes con distintas técnicas, haciendo de mis relatos algo más misteriosos y provocadores.
No es el primer cuento que hago, pero al menos es al que le he dado un poco más de mi atención y cariño, por que pretendo alcanzar nuevos niveles con el público en las redes sociales. Este cuento es para ti, querido lector o lectora, que han hecho de mis letras una forma de vivir, y de esta vida el sueño más grandioso que haya tenido. Apreciaré tanto tu crítica cómo tu alabanza, si es que hay alguna de esta última, y en base a eso no renegaré ni me enfadaré, mucho menos me sentiré mal. Espero con esa crítica aprender, a ser mejor escritor, y a darte algo más de calidad.
Sentí miedo cuando lo escribí, porque es mi naturaleza, porque lo vivo todos los días, al asomarme bajo la cama, al salir al baño por la noche, o al entrar a la cocina cuando la casa está sola. Espero tú también sientas ese miedo irracional, a lo desconocido, a lo oscuro, a lo que no debe mencionarse. Me cuesta trabajo causar miedo, pero si al menos uno de ustedes lo confiesa después, sabré que lo hice bien.
Te deseo una buena lectura, y espero no tengas que correr a esconderte bajo las sábanas.
Luis Zaldivar. 08 de Marzo de 2013, 00:54 hrs.


Escritores Invitados
por Luis Zaldivar(México)
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Screamer
(Extraído del compendio de cuentos IRBU² por Luis Zaldivar)


Otra noche cómo cualquier otra. Sexo, con amor, pero irremediablemente sexo. A través de la ventana, ni siquiera las ramas del árbol viejo se veían moviéndose. Mientras tanto, Bernie y John descansaban, durmiendo plácidamente, sin que nada les preocupara.
Bernie se despertó a mitad de la noche, y miró hacía el techo. John dormía a su lado, encogido por el frío, cómo siempre. Bernie se tocó la mejilla, notando una barba de días, y pensó que tal vez se vería demasiado viejo a esas alturas del día. El techo tenía un aspecto extraño, con más sombras de las que acostumbraba: “Mírame”, parecía haber escuchado Bernie. El techo le hablaba.
John respiraba plácidamente, y Bernie sentía su piel, muy cerca de la de él, tibia, suave…
Vivían juntos desde hacía ya varios años. Su relación había consistido en nunca hacer caso a las críticas, en que la demás gente no importaba. No daban demasiadas muestras de amor en la calle, ya que Bernie era mucho más alto que John, y parecían verdaderos extraños en la calle. A Bernie le daba risa ver a John tratando de alcanzarlo, de pie, para darle un beso. Siempre le causaba risa, pero no quería despertar al amor de su vida.
Bernie era un exitoso chef, se la pasaba de restaurante en restaurante, demostrando lo bueno que era cocinando casi cualquier tipo de comida. John, al contrario, era una especie de consultor en una agencia de inteligencia. Cuando Bernie conoció a John, no podía creer que, en una ocasión, le habían diagnosticado un I.Q. de 300, convirtiéndolo en la persona más inteligente del mundo. Rieron a carcajadas, John tratando de convencer a Bernie, y Bernie sólo de nervios.
Bernie se levantó, se sentó enfrente del escritorio, y encendió la computadora. Se la pasó buscando algunas buenas ideas en recetas culinarias exóticas, y aunque
no las copiaba, le gustaba buscar algunos ingredientes nuevos, que pudieran innovar sus platillos. Trató de pensar cómo podían combinarse en un platillo la menta y los chiles fantasma de la India, cuando algo hizo que saltara. La silueta de un gato delgado se dibujó en la ventana. Parecía medir sus movimientos, por si los humanos de adentro lo descubrían y trataban de echarlo. Pero no pasó nada. Bernie sonrió, y volvió a su búsqueda.
La pantalla indicaba que había un mail en la bandeja de entrada de su correo. Bernie frunció el ceño, y decidió revisar. El mensaje provenía de un contacto llamado “TheExiled”, y en el asunto, marcaba: MENSAJE QUE CAMBIARÁ TU VIDA, BERNIE…
Él ni siquiera se acordaba de algún contacto que se llamara así. Parecía algo demasiado sospechoso para abrirlo, pero tal vez podría ser una pequeña broma de uno de sus amigos en el negocio, o de John, que a veces le gustaba gastarle pequeñas bromas. Movió el cursor, y abrió el mensaje.
Inmediatamente, algo lo sobresaltó. En la pantalla de la laptop de Bernie, apareció una animación. Era el rostro de una muñeca, de largo cabello rubio, con los ojos rojos, pequeños, centrados, y con una extraña sonrisa, que más bien parecía una especie de círculo con comisuras. Tenía tres hileras de dientes, cómo los de cualquier humano, alineados unos detrás de otros, cómo un agujero con piedras. Sólo parecía ser la cabeza de la muñeca, en un fondo rojo y negro que parpadeaba. Un intenso grito, que se escuchó algo leve por el volumen bajo, hizo que Bernie casi se cayera de la silla, aunque después alcanzó a escuchar el ronquido leve de John, quién se había dado la vuelta, pero no estaba despierto.
Bernie suspiró, con el corazón latiéndole, y mirando de nuevo la pantalla. Era uno de esos tontos screamers, correos o enlaces en Internet, que contenían mensajes polémicos o interesantes, y que al abrirlos, surgía de repente una pantalla alterna, con un rostro aterrador y siempre con un grito demasiado fuerte, que terminaba alterando los nervios del usuario. La pantalla a veces desaparecía, sin embargo, la
de Bernie seguía ahí, y en vez de grito, se escuchaba un susurro, palabras de una niña que hablaba demasiado bajo, y que respiraba desesperadamente.
Escuchó atento, pero sólo alcanzó a oír el colchón cuando John se movió de nuevo. Volteó, pero no había nadie. Después, sintió la presencia de su querido John a su izquierda, aunque eso lo volvió a asustar un momento.
-¿Qué es eso?-, le dijo John, besándolo en la mejilla. Estaba completamente desnudo, pero eso no le importó. A Bernie le dio un escalofrío tan sólo sentir los labios de su amado en la piel.
-Lo siento mucho, creo que te desperté…
Bernie seguía sin dejar de mirar a la pantalla, a pesar de que John parecía querer toda la atención para él solo. Pero también miró la pantalla, y eso lo asustó, pero luego le dibujó una pícara sonrisa.
-¿Eso fue lo que me despertó? Sin duda es una broma de muy mal gusto para ti, mi precioso. De todas maneras, vamos a hacer algo. Ciérralo, regresa a la cama, y luego te preocupas de todo lo demás, ahora es muy tarde y…
Algo había aparecido en la pantalla. Una serie de letras que parecían carecer de todo sentido:

UZ QULIF SI MJYVV QUZR SYKCBGII FMBV NOVUP

Más abajo de aquel mensaje extraño, había un campo para escribir. Parecía que el screamer también contenía un secreto que era preciso descifrar.
-¿Qué crees que diga? Se parece a todas esas historias de terror que leemos juntos por la noche a veces. No es ni árabe o algo así…
Mientras Bernie discutía las diferentes formas de poder resolverlo, la mente de John trabajaba cómo una eficiente máquina de respuestas. Trabajaba para eso, resolver cuestiones de este tipo, en un abrir y cerrar de ojos. Sólo necesitaba concentrarse, con las primeras dos letras (UZ) y sería suficiente…
Ya lo tengo.
-Es el cifrado de Vigenère, sustituyes las palabras de tu mensaje con una clave repetida en toda la frase, y la sustituyes con una tabla. La cifra es I-R-B-U, repetida muchas veces.
John tomó un papel de notitas y un lápiz del cajón y empezó a garabatear el mensaje original, y debajo la cifra repetida:

UZ QULIF SI MJYVV QUZR SYKCBGII FMBV NOVUP
IR BUIRB UI RBUIR BUIR BUIRBUIR BUIR BUIRB

-De ahí sustituyes las letras, aunque no necesito la tabla, no te preocupes. Vamos a ver…-, decía John, escribiendo directamente el nuevo mensaje en la computadora. Letra por letra, el texto iba saliendo poco a poco en mayúsculas:

MI PADRE YA VIENE PARA RECLAMAR ESTE MUNDO

-No puede ser…-, dijo John. Algo se le había venido a la cabeza, cuando vio el mensaje, que se disolvía junto con la pantalla antes de que un estallido de luz llenara el cuarto desde la laptop. Bernie no alcanzó tampoco a cerrar los ojos, y la cegadora luz blanca le inundó la vista durante un buen tiempo. Después de que el
aparato se hubiese apagado, sólo bastó con que ambos se tallaran los ojos para regresar a la normalidad.
-¿Por qué te sorprendiste tanto, Johnny? Maldita sea, me duele la cabeza. Quiero una aspiri…
Pero cuando Bernie dio la vuelta hacía la cómoda de la cama, encima del colchón había un horror indecible. Parecía humano, pero no del todo. Su piel arrugada contrastaba con la masa informe que tenía por piernas, y su rostro tenía un rictus eterno, enloquecido, con pequeños ojos, tan negros cómo los de un tiburón.
John sabía lo que había en la cama. Era obvio que lo sabía:
-No pensé que fuera real. Trabajamos tanto para mandar un virus informático que no fuera sólo virtual, sino algo más tangible. El propósito de este virus es causar miedo, pero encontramos algo más que lo hiciera aún más terrorífico. Un ente que viaja en cualquier estado. Oh por todos los cielos, ¿qué hemos hecho?
John volteó también para ver aquella cosa, que se alejaba, arrastrando su masa sin forma por el suelo, ayudado por aquellas manos de dedos largos. Como si fuera una lechuza, su cabeza seguía en la misma posición, aunque su cuerpo se alejaba hacía el lado contrario, por la puerta abierta. Después de entrar al oscuro pasillo, se escuchó un chillido, cómo un horrible lamento de alguien que sufre una enfermedad muy dolorosa. El aullido se fue apagando, como alejándose, y murió en la oscuridad y la soledad.
Ni Bernie ni John dijeron nada, y el suelo les cobijó, ya que ninguno quería volver a dormir en la cama. Bernie se durmió al final, pero mientras estaba despierto, miró de nuevo al techo, cómo cuando despertó. Ahora, la lisa superficie parecía surcada de arrugas, y dónde la puerta hacía sombra, se veían los tentáculos imaginarios. “Si me hubieras hecho caso”, le decía el techo, “no estarías temblando ahora… Esa cosa no se ha ido.”
Bernie cerró los ojos con fuerza, y se quedó dormido casi al instante.
Y es que, al día siguiente, mientras Bernie trataba de no temblar al cocinar su souffle de canela y chocolate, John se dio cuenta, en el trabajo, que el virus “TheExiled” había sido soltado a la red, no por nadie, ni un hacker, ni un empleado despistado.
El virus se había soltado de sus cadenas oscuras, para aterrar a la gente que abre sus correos cada noche, sin precaución y sin motivo…