—Mario Vargas Llosa—
Conocí a Jorge
Luis Borges con un libro de poemas llamado El oro de los tigres (1972).
Desde entonces no
ha dejado de sorprenderme y fascinarme su cuantiosa y variada obra extendida
por medio de poemas, cuentos, ensayos, diálogos, conferencias, entrevistas
y hasta anécdotas. A pesar de estar privado de la vista —siendo él conocedor de
este destino desde muy joven— es resaltable la pasión y entrega con que se
dedicó a la lectura y a relectura de textos de diversos tipos.
Los temas
empleados en su obra de ficción abordan muchas problemáticas que, aunque se
edifican sobre la fantasía, son centrales en la vida del hombre: el dilema de
la muerte, la obsesión, la infamia, el crimen, el universo, la guerra, el
futuro, el conocimiento de uno mismo y muchos otros que, incluso en la
exquisitez de lenguaje y contenido borgianos, alcanzan a todos los hombres.
De la mano de la
erudición obtenida por una encomiable adicción a los libros y del apego al
individuo como única realidad (en reiteradas ocasiones Borges se declaró un
anarquista-pacifista, además de apuntar y desear que en un futuro lejano
mereceremos no tener gobiernos), otro gran valor del escritor nacido en Buenos
Aires es su universalismo. Voy a recalar en este aspecto dado que es difícil
que exista otro autor que reúna en su prolífica labor tantos textos inspirados
en tantos tiempos, lugares y culturas como Borges con tanta calidad.
Una
retroalimentación singular se da entre el mundo y el escritor. Ejecuciones,
conflictos bélicos, magnicidios, desolaciones, una que otra cuestión amatoria,
organizaciones políticas, tramas policiacas, mitología y temas
filosóficos y lingüísticos, emergen de Jorge Luis Borges hacia el mundo sin
distinción de nacionalidades. Así también Borges se sirve de todas las culturas
para poder crear un legado literario inolvidable. La pampa argentina del
gaucho, el lejano oriente con sus Mil y Una Noches, esa Florencia que cobijó a
Dante, Texas, Montevideo, la España de Cervantes y Góngora, Islandia, Japón a
través de sus Tankas, la verde Inglaterra, Buenos Aires y su fervor, Alemania y
su lengua, la Grecia de Proteo, Heráclito y Sócrates, las islas Malvinas con su
guerra, y una extensa lista que no puedo detallar; son los planos en los que el
autor conjuga el universo entero. Acaso sea su creación lo más aproximado
a ese Aleph publicado en 1945 (el único Aleph que posee calidad literaria, por
cierto) en el que se refleja las infinitas caras y cosas del universo.
No es azaroso el
hecho de que todo este multiculturalismo le haya generado otra clase de
lucidez, la lucidez de abrir el ojo crítico ante posturas nacionales,
despojándose de pasiones de bandera. Sus opiniones particulares de rechazo al
peronismo y su no alineación a la izquierda, a diferencia casi todos los
artistas que aspiraron a reconocimientos en el Siglo XX, le valieron —entre
otras cosas— no haber obtenido el Nobel de Literatura. Jean-François Revel, en
El conocimiento inútil, hace un apunte sobre este hecho: “La izquierda, de
hecho, odiaba a Borges por no haber aprobado el terrorismo que había
precisamente provocado la dictadura de los generales argentinos. Es muy
diferente, pero bastaba para hacer de él un escritor «de derechas», es decir,
no «nobelizable»”.
En el plano de lectores sucede algo similar al caso de Mario Vargas Llosa. Es posible aún encontrar rabiosos progresistas-socialistas que rechazan a Borges, su obra y calidad pues su estrechez ideológica puede más que su lectura; lo catalogan entonces de soberbio, insensible y sin “conciencia social”.
En el plano de lectores sucede algo similar al caso de Mario Vargas Llosa. Es posible aún encontrar rabiosos progresistas-socialistas que rechazan a Borges, su obra y calidad pues su estrechez ideológica puede más que su lectura; lo catalogan entonces de soberbio, insensible y sin “conciencia social”.
En días en que las
fronteras nacionalistas quieren cercar el horizonte cultural y en que el
individuo está siendo negado ante la colectividad como un ser sin importancia
que únicamente debe estar sujeto al oleaje de las masas y las mayorías, la
lectura del hombre obsesionado con espejos y laberintos permite rebelarse de un
modo literariamente sublime, en prosa y en verso, ante las necedades que minan
la libertad y el destino del hombre.
Publicación original: http://andrescanseco.blogspot.com/2014/02/borges-frente-al-universo.html
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