marzo 02, 2014

Marca de mi Identidad Cultural


Las calles estaban llenas. El sol lucía en lo alto. Ansiosa; debía participar como cada año.
Allí le conocí, disfrazado, tomó mi mano.
Me llenó de orgullo sumergiéndome en una batalla campal de talco.
Memorando así la historia, que tantas noches me contó,
aquel barco que llegada al puerto,
cargado de harina en mal estado que había que botar,
le dieron mejor uso en el aire carnavalero de los isleños.
Cada lunes de dicha festividad lo revivo emocionada.
Por los poros de mi piel sentí el deseo satisfecho de vestir de blanco y al ritmo de puntos cubanos, desfilé por sus calles, en una nube de talco mientras impaciente le buscaba.
El reflejo de una época de inmigración e intercambio que me enseñó.
Con mis amigos portábamos maletas, baúles, jaulas con loros, puros y una comitiva de servidumbre que nos guiaban, disfrazados de negritos, sin obviar el menor detalle de antaño, despertando así los Indianos de La Palma. Brotaba en mis bailes el afecto cubano, con picardía imitaba los ricos llegados mientras mi cuerpo de pronto tembló.
A mi alrededor giraban personas de diferentes partes del mundo, compartiendo comida y bebida. Una mano me desplazó sugiriendo intimidad y al mirar le vi. ¡Allí viví!